No era la niebla
de aquella estancia voluble de esperas,
ni un patio agonizante
de tiempos vencidos llenos de dudas,
ni un baúl cargado de palabras,
ni siquiera la encrucijada
de calles calzadas de recuerdos sin lluvia.
La soledad fue ir conformando horizontes
bajo un silencio tejido por la ausencia,
tomar conciencia de que nadie se acercaba
a mis manos porque era un hombre
trenzado por la sombra.