Lo peor son las ausencias
que habitan cristales vacíos.
Lo peor de cada ausencia
es el rosario de llagas
que a su paso deja,
floreciendo en la piel
con los distintos nombres del miedo.
Lo peor es haber concedido
voz al otoño, que la soledad
sea tu compañera y no hayas sido
capaz de deshacerte de ella
cuando tus dedos ya conocían la primavera.