Con sus miserias
allanaron mi morada,
anidaron en mí
con sus mortajas,
en un pozo de sombra
con soberbia me envolvieron,
cegaron mis senderos
irguiéndose ante mis ojos,
humillándome con odio
me trajeron la desgracia,
me redujeron a la nada
quedándose con todo,
y malviví abandonado de mí mismo,
mas un día amanecí
con una desconocida fuerza
y navego desde entonces
por un mar de silencio.