Velan las hierbas
la vida bañada en plata.
La tarde, breve, anda revuelta.
Mi corazón suspendido
en un íntimo cara a cara.
Desolado, intemporal,
en medio de un campo
que es sólo existencia,
miro el cielo que amo.
Y cuando por el inefable
mar de la memoria
inicia el vuelo mi alma:
aparece el niño de los ojos perdidos,
aparece el niño de los ojos perdidos.