«¿Puede
marcharse el tiempo
que
nunca se ha tenido?»
ANTONIO
PRAENA
El destino cierto del dolor desde mi infancia.
(El mar solitario, qué pronto encontré la tristeza.)
Las manos cortadas por la penetrante herida crecida cada
noche.
(La sed de tu ausencia, mi agonía.)
Transfigurado en todo viento, el mínimo pálpito.
(Los aires preñados de mudas esperanzas.)
Mi vida tejiendo el misterio del alma no amada.
(El otoño de luz de gasa encendido en mis ojos.)
Mi voz para poder decir palabras no pronunciadas.
(Las tardes acercándome la altura inasequible de unos labios.)
Mi alma sola en la soledad impar sin nadie.
(La noche creciendo en rumores de sangre.)