Quiero
dedicar esta obra a los seres humanos que han
compartido
conmigo los embates del ir y venir por mis naufragios:
A
mi padre, José Antonio, —ya en el cielo— el ser más
noble
y bello que he conocido, por su silencio sonoro
y concluyente para hacer la vida más digna y lúcida.
y concluyente para hacer la vida más digna y lúcida.
A
mi madre, Filomena, por su coraje y entrega para
hacer
posible la vida entre tantas cruzadas.
A
mis hermanos, Mariano, Charo, Inma y Javi, por su
complicidad
y paciencia en todas mis cosas.
A
Pablo Cecilio, el hijo que me hubiera gustado tener,
por
la riqueza inmensa de su vida y hacerme comprender
la
esperanza y la belleza, por ser el timón necesario para
continuar
viviendo.
A
Juan Garrido Gómez, mi médico, por su sabiduría, su
humanidad
y alegría de vivir, por haberme enseñado a
caminar nuevamente.
caminar nuevamente.
A
mis mentores poéticos:
Javier
Egea, Ángel González, Luis García Montero,
Álvaro
Salvador, Trinidad Gan, Ángeles Mora,
Katy
Parra y Antonio Praena, porque sin ellos
este
libro no hubiese sido posible.
Y a la
Orquesta Ciudad de Granada.