I
Se
abren por el bosque la memoria y los ojos
de
una niñez que no recuerdo,
un
mundo quebradizo de nombres
oxidados.
Buscando refugio
en
la profunda quietud,
mi
corazón en edad de otoño.
II
Cada tarde vuelvo a tu encuentro
-agotada
la luz por el oeste-
como latido continuo, terso,
de una nostalgia infinita;
vengo a contemplarte antes
que la luz de violeta el crepúsculo
abrigue.
III
Emerge
como sea, en la madrugada
del
alma sola, en el primer deceso
de
la luz que no retorna o sé de la
nada
su temblor. Emerge como sea,
que
este hombre de silencios
te
necesita para su libertad.