Aquel hombre luminoso
vivió ausente de la vida de sus hijos
porque no pudo hacerlo, nunca le dejaron.
Aquel hombre que llevaba
treinta años!, ¡treinta años!,¡treinta años!, ninguneado
treinta años!, ¡treinta años!,¡treinta años!, ninguneado
dentro de su propia casa, por sus propios
familiares
—los inquilinos y La corte de
la porca miseria—,
comenzó a ausentarse cada vez más. No parecía un
hombre que ocupaba el espacio de su propia casa,
era en fantasma extraño e impenetrable que tenía forma
era en fantasma extraño e impenetrable que tenía forma
de hombre. En la vida de su familia rebotaba
el amor
confiado, se estrellaba, impidiéndole el
sueño y el alivio.
Nunca, desde entonces, todo volvió a ser normal.
Aquel hombre ninguneado, observado y
maltratado,
de su propia casa, por sus propios familiares,
los inquilinos y La corte de la porca miseria,
los inquilinos y La corte de la porca miseria,
malvivía comprobando que el amor iluminado atravesó
su familia pero sin quedarse, ni siquiera
el amor callado
pudo anidar en ella, porque todos
— él, su mujer y sus cinco hijos—pasaron a convertirse en
desterrados, ninguneados en su propia casa en la que vivían
encerrados y lejos de sí mismos.
— él, su mujer y sus cinco hijos—pasaron a convertirse en
desterrados, ninguneados en su propia casa en la que vivían
encerrados y lejos de sí mismos.
Aquel hombre ninguneado, eliminado de su
propia casa
por sus propios familiares:
los inquilinos y La corte de
la porca miseria,
comenzó definitivamente a perderse. Se perdía, se le
veía caminando siempre solo, por cualquier calle de
Ciudad
Norte, calle arriba, calle abajo; se sentaba en
cualquier banco de sus plazas favoritas y allí se quedaba, como si
fuera una estatua.
Aquel
hombre
malvivió
durante
treinta años,
treinta años,
treinta años,
ninguneado,
observado
y
maltratado,
dentro
de
su
propia casa,
por sus propios familiares:
los inquilinos,
La corte de la porca miseria
y
Matajari, la gran mamma.
Aquel hombre luminoso
y
su familia
fueron condenados
dentro de su propia casa
por sus propios familiares
a
¡treinta años de soledad y destierro!,
¡treinta años de soledad y destierro!,
¡treinta años de soledad y destierro!
Aquel hombre solo, absolutamente solo, en
aquella ratonera gris que los inquilinos, La corte
de la porca miseria y Matajari, la gran mamma, convirtieron
en ratonera, esta en un zulo y este en una tumba,era ya un hombre invisible:
Estaba vivo pero se había quedado sin tiempo.
Aquel hombre luminoso era ya un hombre invisible.