Mi súplica primera
Ahora que mi vida creció en el aire,
pronuncia mi nombre, tú,
dulce cauce de luz fragante,
memoria de mi doble infancia
anclada y crecida en la tristeza,
silencio de mi corazón
traspasado por el tiempo.
Te digo que te amo,
que bajo lluvia de ecos
imploro tus ojos de mar desnudo,
que mi dolor de lejanía azul
enmudece el surco de la sangre,
que en mi naufragio contemplo
la calle exangüe de mi infancia,
que al ofrecerme tus silencios
mi piel de auroras estremeces,
que en el otoño de mi vida
te necesito como nunca,
que yergo al aire mi vida abierta,
que hacia ti extiendo mis manos,
que no hay amor más que tú,
que eres mi sustento.
Acógeme en tu casa,
acógeme entre las letras de tu nombre,
acógeme en mi dolor y en mi tristeza,
que tu voz brisa sea
que aviente toda mi alma.
Como un delgado rumor
cada noche te sonrío,
sin oírte me despierta el temblor
de tu magnolia en los párpados.