Antes de juzgar mi vida o mi carácter...ponte mis zapatos, recorre el camino que he recorrido, vive mis penas, mis dudas, mis carcajadas...!!! Recorre los años que he recorrido y tropieza ahí donde tropecé y levántate así como yo lo he hecho...!!! Cada cual tiene su propia historia y entonces ahí podrás juzgarme!!!
(Patricia Elena Vilas, poeta de la República Argentina)

sábado, 14 de junio de 2014

Guardo en el frondoso jardín del alto aire



   Guardo en el frondoso jardín del alto aire, una brisa de mar en calma, un canto de poblado silencio, digo tu nombre, una fecha, 1978.

    Un lirio imposible en el trance del lugar sitiado inicia el camino de un ensueño de vida lejos de la casa de cartón; la búsqueda de la juventud no conocida y mi voz de  niño, sumergida en las besanas del bancal tricolor. Allí quedó el temblor de mi vida inédita, el fuego del perfume de mis primeros sueños y el viento del poniente esparciendo el polen azul de la sangre.

    Tengo que decirte que 1978 marcó el antes y el después de mi relación contigo. Aquel año trajo el alivio para ti, transeúnte diario entre el llanto del hombre y el latido del niño que nació con el soplo de la aurora, y se hizo canto y alma vertiendo silencios de amor poblado y sonrisas tiernas y perfume de tibia azucena como frutos más del troje.

     Ya no contemplo tus ojos de niño, ni oigo tu fuerte pisada. Has muerto para los seres de mirada endurecida, aquellos paganos que invocaron plegarias de odio y enarbolaron estandartes ultrajando tu historia.

   Tú has sido un hombre justo y limpio respirando por tus cinco espigas; recio, manso y de corazón granado en una tierra labrada de nieblas enloquecidas. Desde que tuviste tu cita con la muerte me he quedado sin respuestas ante una vida, la tuya, deshabitada de ti mismo.

    Hoy, con esta pena tan inmensa por haberme quedado sin tiempo, quiero escribirte para que sepas que aún existes dentro de mí. No me abruman las tormentas de preguntas sin respuesta sobre tu vida invisible, ni tampoco  me desespera el hueco largo entre tu vida y la mía, ni el pan caído al fango del zulo, ni las pupilas hondas ausentes de luz. Estoy sereno porque te amé verdaderamente.

    Tu enseñanza constante, tu noble gesto acariciando la tierra que pisaste, el primer cigarrillo que me ofreciste, tus toses a escondidas para no alarmar mi descanso, tu coraje al levantarte después de cada caída -innumerables- a lo largo de tu historia... y ese silencio en la flor de tus labios.


   Tú dejaste mi sangre a la luz de un cirio que no pudo apagar el soplo de la muerte. Ahora, que  me he quedado sin tiempo que ofrecerte, vas, vienes, sales, entras, subes, bajas, cortas, labras, suplicas, amas, observas,...creces en tus cinco lirios como un gajo de hombre gigante y sigues sin negarle tu latido a los barbechos.