Ojalá que las
estrellas, en la inmensidad que ahora habitas, te bañen de la paz tan merecida
que nunca conociste. Ahora después que me he quedado sin tiempo, intento que mi
poesía muestre al mundo la luz mágica de la constelación que tú albergaste.
Cuando te
recuerdo, un rayo corre por mi ser como un galope de vida que “desmuere”
mi corazón roto. Desde que comprendí que me había quedado sin tiempo, te
escribo soñando con la altura de tu memoria, para elevar al mundo tu lirio
gigante, dándote mi alma en cada verso.
No permitiré
que el aire tan triste que dejó en tu vida el caballo imposible de tu
sufrimiento, que consiguió paralizarte los labios durante treinta años, me
impida ahora decirle al mundo todo lo que en mi vida fuiste:
"Un árbol
del ángel encendido
que
en ti habitaba"
A cambio de la
vida que me diste, ahora me queda la palabra para darte. Tú nunca supiste que,
siempre, al contemplarte, deseaba para ti la libertad que te alejara de las
garras que sembraron la tristeza dentro de tus pupilas. Aunque me he quedado
sin tiempo, vives en mis recuerdos. Aceptada ya tu muerte, deseo que mis
palabras sepan interpretar las notas estremecidas de tu corazón de árbol alzado
sobre el barro.
Te agradezco tu
corazón azul y te abrazo al oír tu voz de aire aunque me duela el alma al
recordarte.