Antes de juzgar mi vida o mi carácter...ponte mis zapatos, recorre el camino que he recorrido, vive mis penas, mis dudas, mis carcajadas...!!! Recorre los años que he recorrido y tropieza ahí donde tropecé y levántate así como yo lo he hecho...!!! Cada cual tiene su propia historia y entonces ahí podrás juzgarme!!!
(Patricia Elena Vilas, poeta de la República Argentina)

lunes, 23 de junio de 2014

Una ruina encerrada en un rostro


     Una ruina encerrada en un rostro fue tu vida; tu historia, un vacío inmenso entre una mujer y cinco lirios; fuiste un hombre atrapado en las medidas, en un almanaque de lunas en sangre florecidas.

     Siempre te contemplé como un caminante silencioso, experto en horas de azules antiguos, cansados. Labraste con tu quietud una tierra sin auroras. Un día cualquiera llegabas con tus alas invisibles y emprendías la huida. Así siempre. Yo te buscaba con mi vibrante angustia de caracola solitaria por tus ojos, por tus brazos y tu frente, rogándole al dios de todos los ahogados que me ayudara a comprender tus ojos cargados de sombras,  que nunca miraban a la luz; a navegar por tu cielo desconocido, distante; a reconocer la luz olvidada de tu alma, tu sustento y aquel dolor amargo, tan tuyo, de ciprés entre las yedras.

     Te he contemplado deshecho, dejándote la salud sobre piedras confusas, saltando del bancal al asfalto en la búsqueda de un claro de sol que bendijera tu vida. Nunca me acostumbré, no, a tu ausencia; jamás pude comprender las razones de tu voz inconcreta.

     Todo no sigue lo mismo que cuando te marchaste porque todo murió contigo. Hoy sigo pensando en ti, tratando de saber quién eras realmente. Cuando me agobia la soledad, vagabundeo como todos los hombres olvidados que sueñan algún aroma mientras beben las huellas de la tarde en cualquier taberna oscura.

    Mi vida aún conserva el latido de tu descuidada sonrisa de Júpiter acaso detenida en el gesto de tu sueño fronterizo. Entre los restos de la casa  adivino tus presencias; tus pupilas entreabiertas anhelando el horizonte; tu corazón lacrado y el valor inmenso de tu hombría, alma humanizada.

     Después que me he quedado sin tiempo te digo que no permitas que desaparezca tu sol sobre mi pecho, que tu corazón está cuajado en el mío y necesito levantar mi cabeza hacia los lirios y los pájaros.