Aynadamar,
cuánta
vida yéndoseme
de
los labios, de los ojos,
crecida
en soledad
-que tú tan bien conoces-
desde
nuestro primer encuentro,
dime,
dónde tuvo su origen.
Por
qué, Aynadamar,
dime,
recogida en ti
mi
voz hasta la aurora
no
encuentra su consuelo
al
contemplarte.
Por
qué, Aynadamar,
dime,
cantando mi pecho
del
amor su tesoro con voz silente,
con
tres heridas, tres,
-Azul, Nube, Luz-,
desnudo
ante ti, quemándome contigo,
no
me salvas de tanta tristeza azul
trocada
en frío.
Aynadamar,
entre tus lágrimas
-como bien sabes-
asir
el silbo mayor es mi deseo,
recibe
la voz de mi sentir
en
tu silencio de otra quietud.