
A El Jorge de Trigueros
Nunca
encontraréis mi nombre
entre
los vocablos de las marionetas
ni
alcanzaréis a comprender
el
firmamento de Luz de mi memoria,
ni
comprenderéis mis ofrendas votivas
donde
las ascuas preservan el valor de una vida
cautivada
en el latido por el Amor amado.
De
la nobleza irreverentes, de la quimera expertos,
alfeñiques
falaces de la verdad para novicios,
de
innobles cicateros erigisteis vuestro séquito,
mas
no prendisteis mi albedrío ni lograsteis mi vasallaje.
Ahora
camino recluido, advenedizo en la tierra
de
vinagre de vuestros miedos sembrada; no
permito
el anclaje de vuestros augurios en mi alma
ni
mi nueva vida asiento con vosotros compartirla.
Aunque
en la alborada de mi vida a la Luz de otros labios
-ahora
sin grilletes- en la certeza de mi renacimiento,
sé
que aguardáis, engreídos, mogigatos, la vuelta segura
a
la oquedad de la amargura infinita de mi pasado;
he
abandonado para siempre vuestra zahurda
de
calumnia, de ultraje, de resentimiento;
aún
cargada de temblor, algo yerta incluso,
mi
vida ya huele a azahar, lleva el aire, el aroma,
el
color y la Luz en un único pulso.