El
latido del ángel no llegó
junto a la soledad sin el reverso, plácido;
de la dejación, del atisbo, izando la enseña
de la muerte, los desleales acercaronse
con sus paradojas, con su desazón, mas
no lograron darle sentido a su vacío.
Descubierta la luz
sobreviviste a tu permanente zozobra;
fija la mirada, el alma en alerta
-tal vez hoja de hierba desde el escorzo-,
no caíste en la desesperación.
El ángel desde las disonancias
engendró las formas al elegirte.
Pudiste contemplar desde el nuevo acorde
la transfiguración de todas tus cuitas,
la nueva soledad del hombre
crecido por las lágrimas,
la esperanza que la luz nos trae,
el alma de tu expansión en la palabra
-aún
vestido de penumbra-
emergiendo en el verdadero silencio:
vencido el recubrimiento alabastrino,
rasgado el velo de escarcha, el latido
del ángel dijo al hombre: nace;
nacido el hombre, el ángel dijo al verbo: desnúdate;
desnuda la palabra, el ángel dijo al hombre: vive,
y el hombre fue consciente de su nueva cadencia.
Comprendiste la bondad en todas las brisas
de amor impregnadas, nunca más te hallaron.
Aferrado a la luz comenzaste a quererte;
consciente de la autoridad de tu propia ley
iniciaste tu vida en el exilio.