A El Jorge de Trigueros
Deseas que tu vida florezca
con la aurora del dibujo de tus
verbos,
que llegue vestida del laurel de
bucles
del ángel azul de tu memoria -que
no erradicó el olvido-,
mas siempre antecede el dolor desde la
infancia
-tan desnuda
tan
sola
tan vacía de afectos
tan
despoblada-
con una aguja de silencio clavada en
las entrañas.
Los recuerdos ya no te encienden,
te enmudecen las heridas, tantas,
tan abiertas; los pronombres te
congojan con
equívocos; en la espiral de tus
ensueños revives
tu antigua historia que contarla ya no
aciertas,
juras no volver a confiar un nuevo
amor
-no
ocurrirá,te dices-
y sigues viviendo
tan
solo
tan
absolutamente solo,
con el miedo a una parálisis de voz y
ensueño.
Que se precipite
-suplicas-
el postrer momento del segundo sin
retorno
porque la vida se te ha quedado atrás
-eso dices-
que ya no te pertenece,
que aletea detrás de los cristales,
y aunque no has envejecido más de lo
preciso
presientes tu vida como un hilo
hecho a tu medida, a tu abandono.
Déjate suceder
en el orden quebrado de las horas,
te urge ganar espacio a la sombra
-inmensa, poderosa-
abrazada a la nada,
todo es soledad.
Quiérete,
no tengas el alma despegada de ti;
vive haciéndote, rehaciéndote,
álzate desde la nada en que te
encuentras,
créete el único ser a quien le
escribes,
le lees, le sufres y le permites
que te acompañe hasta encontrar
ti propio latido,
vida.
la
posible
es
que