
José Antonio Amaya Torres,
mi padre
El azul sería tu tiempo, alzado,
ingrávido tu espacio, tu aire,
las noches enajenadas
por la voz del espejo,
mi boca te pronunciaría
como mar que respira,
como rumor de simientes,
de auroras sibilantes,
retornarías con los aires
de la madrugada, en silencio
-como siempre-,
me ofrecería a la distancia
cercana de tu rostro,
pero no tendría ojos para tanta luz,
no oiría nada más, sino tu nombre de plata.