De mis manos,
de mis ojos,
de mis labios,
de mis manos extendidas mendicantes,
de mis gestos de despedida,
de la quietud de mi alma
en su noche más oscura,
del olvido de mis horas antiguas,
qué verdad mi soledad
qué tristeza de vida abandonada
qué hondura de lágrimas de ríos sin surco
qué mar de palabras desbordadas
qué verdad mi soledad.