Entre tu verdad más honda
y yo
me pones siempre tus besos.
La
presiento, cerca ya,
la deseo, no la alcanzo;
cuando estoy más cerca de
ella
me cierras el paso tú,
te me ofreces en los labios.
Y ya no voy
más allá.
Triunfas. Olvido, besando,
tu secreto encastillado.
Y me
truecas el afán
de seguir más hacia ti,
en deseo
de que no me dejes
ir
y me beses.
Ten cuidado.
Te vas a
vender, así.
Porque un día el beso tuyo,
de tan lejos, de tan hondo
te va a nacer,
que lo que estás escondiendo
detrás de él
te
salte todo a los labios.
Y lo que tú me negabas
—alma delgada y esquiva—
se me entregue, me lo des
sin querer
donde querías negármelo.