Para Ángel
Amo esta silenciosa
y enigmática Vega.
En la hora del último tren
cerrad mis ojos,
dejadme soñar;
pobre he vivido,
sin nada muero;
al partir, este ruego:
aventad mis cenizas
por los surcos de esta Vega.
Como epitafio,
este canto, al viento:
Aquí duermo
como anhelaba,
desnudo,
libre,
en manos del viento;
de este mar de ojos
estuve enamorado
y perdido por los chopos
anda mi corazón.