Todo lo tuyo fue
hermoso. Hoy, después que me he quedado sin tiempo, comprendo cada uno de los instantes que te hicieron
como obras humanas efímeras; aunque cortas y leves, cargadas de eternidad.
Tu vida, una constante plegaria, crecida; abiertos tus
brazos al Sur hacia un lugar imposible, precipitaron tu muerte en vida,
impuesta por manos desleales.
Has sido el ser
más bello que he conocido entre los hombres, sagrado, misterioso, dulce y
sereno. Tu presencia y tu silencio al ser irreductibles me hacían verte como un
niño envejecido. En el silencio sembraste los nombres de tu hermosa vida
interior; de la libertad más alta, tu vida en el aire. Tu mirada encendida
-nunca tu palabra- luce como estrella en
el firmamento donde vivo.
Después que me he
quedado sin tiempo, quiero expresarte, a través de este mundo de la palabra,
que aunque fuiste insultado y maltratado hasta la humillación más sangrante por
una corte de desleales que, royendo tus logros, intentaron el olvido y el fin
de tu memoria, ni en tu vida ni en tu muerte alcanzaron su propósito.
Hoy te digo
gracias por haber luchado:
“Si me muero, que me
muera
con la cabeza muy alta.
Muerto y veinte veces muerto,
la boca contra la grama,
tendré apretados los dientes
y decidida la barba”.
con la cabeza muy alta.
Muerto y veinte veces muerto,
la boca contra la grama,
tendré apretados los dientes
y decidida la barba”.
Miguel Hernández
Cantando espero
a la
y haber devuelto
la luz a tu mujer y a tus cinco hijos.
Desde aquí exalto
tu nombre -escribiéndote-, aunque lo sea después que me he quedado sin tiempo,
desde el rincón de la casa donde vivo y te recuerdo. Día tras día pagaste tu
libertad a precio bien alto. Tus ojos, tus costumbres, nunca tus labios, fueron
los de un hombre que vivió en el silencio más profundo su mundo de amor y de
trabajo, una vida tierna hasta su esplendor máximo en el ocaso.
Pagaste bien
caro tu silencio de vida en una tierra donde la lengua de las arpías te
sembraron la muerte impuesta. En aquel yermo, al grito de <<Muera la
ternura>> que las definía en su maldad, te negaron la vida, pero tú
llegaste al final sin doblegarte, aunque sin haber conocido la alegría ni la
libertad ni la comunicación de tu pensamiento:
“Cantando
espero la muerte,
que hay ruiseñores que cantan
encima de los fusiles
y en medio de las batallas”.
Miguel
Hernández
Cantando espero a la
Soy tu hijo, y
lo soy a la manera que aprendí de ti, un hombre con vida interior tan sólo.
Nací de ti con la carga del silencio y sin haber sabido cambiar mi vida
externa. He crecido por dentro, hablándome a mí mismo y en manos de la poesía.
En mi adolescencia secuestrada leí aquel verso de Miguel Hernández /Pero
el silencio puede más que tanto instrumento/, y desde entonces supe realmente quien eras y quien
fuiste para mí:
“El cabo al que he ido agarrado en mi vida
de náufrago”