...con un río discreto
y una fuentecilla.
Federico
A Wilma
Esboza el río
un abrazo de vértigo sonoro,
de enigmática quietud.
Abandonada
en un silencio espeluznante,
la hondonada abre campos de absoluta soledad.
Como un rosario
se repite el nombre,
Fe-de-ri-co,
por las copas removidas de los chopos.
Las orillas,
preñadas de rubor adolescente,
abiertas al viajero.
La tarde,
vigilante,
trae temblor de miradas.